El secreto de los oráculos, de Phillip Vandenberg

La constante búsqueda del hombre de algún indicio que le permita escapar de su inevitable destino mortal ha provocado grandísimos males desde el alba de los tiempos. El miedo a la propia desaparición física y el propio hecho de haber generado una autoconsciencia evolutiva, juntos crearon un concepto que solamente puede ser asociado al ser humano: la religión. Todas ellas, y las hay de muy diverso calado, han buceado en ese vasto y oscuro océano de desconocimiento, ofreciendo soluciones diferentes que sirvieran para calmar esa desazón innata.

Pero todas ellas tienen un punto en común en mayor o menor medida: el control social. La organización de la sociedad ha ido avanzado mucho desde el paleolítico, pero siempre han existido elementos sociales superiores y inferiores. Los primeros ejercían de jefes o cabecillas de un grupo y esta posición les ha permitido siempre aprovecharse de los inferiores para mejorar su propio nivel de vida. Evidentemente, los superiores siempre tenían un mejor acceso al alimento, por lo que estaban mejor  nutridos y adaptados para mejorar, y el control sobre los otros también introducía un elemento cultural, asociado generalmente al chamán o brujo (la religión). Este elemento legitimaba la propia preeminencia del caudillo/s y es por ello que éste cuidaba mucho de que el chamán pudiera disponer del elemento sobrenatural del grupo a su antojo.

Estos axiomas valen tanto para la religión católica actual (con sus obligados preceptos y ritos que deben ser cuidadosamente respetados para alcanzar la otra vida, o sea control social) o para las religiones de la antigüedad clásica. Ellos disponían de unas instituciones curiosas para guiarse por ese mundo paralelo que prácticamente se mantuvieron intactas durante siglos: los oráculos.

En el caso de grecia, los más famosos fueron: Delfos, Dídimo, Cumas (en la Italia griega) o Siwa (en Egipto). En ellos una sacerdotisa o pitia permitía interpretar la voluntad de los dioses por un presente o regalo (bien camuflado). Ella estaba acompañada por una variedad de sacerdotes que regulaban y controlaban la enorme afluencia de personas que deseaban saber algo más de su futuro.

El libro de Vandenberg (arqueológo y excelente divulgador y novelista) permite entender desde todos los ángulos el fabuloso negocio que supusieron los oráculos y de qué manera se articulaba el negocio, pues era necesaria una enorme dosis de talento para que el tinglado se mantuviera en pie tantos años. Es un libro absolutamente recomendable y una lectura imprescindible para los más escépticos sobre cualquier tema. Además, está adornado con multitud de anécdotas ocurridas a los más famosos personajes de la antigüedad que fueron a consultar como cualquier particular (pero con más dinero) a los oráculos  más prestigiosos del momento. Todo ello también se completa con la descripción del enorme control social que suponían estos centros religiosos para aquellas sociedades ávidas de respuestas para el mundo. Este poder, hábilmente gestionado, permitía una identificación del caudillo de turno con su entorno social que asistia embobado a ello. Pese a ello, los griegos cultos fueron a su vez muy incrédulos con sus propios dioses, lo que todavía le otorga una pátina de actualidad muy sugestiva.

 

~ por Mordaunt en octubre 28, 2008.

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