Un historiador con mayúsculas : Tito Livio

Desde que el hombre es hombre una de sus obsesiones ha sido dejar constancia de su paso por el mundo. Ese es el motivo de que, desde el principio de sus días, buscara la forma más adecuada para dotar ese mensaje a sus descendientes de un formato sólido más o menos permanente que permitiera  entregar para la posteridad aquellos actos, batallas o acontecimientos que consideraban debian ser conocidos por las generaciones venideras. Normalmente de forma oral, la transmisión de ese conocimiento le aseguraba una cierta inmortalidad.  Éste fue el germen del oficio de historiador, incluso cuando ni siquiera ellos mismos sabían que lo eran.

Probablemente el hombre que creó el género tal y como ha sido trasmitido hasta nuestros días fue Heródoto. El de Halicarnaso deseó por encima de todo que no desaparecieran para la posteridad todos aquellos hechos y conocimientos  del ser humano que era necesario que permanecieran de algún modo. Por ello plasmó por escrito y de forma voraz todo aquello que pudo averiguar en sus múltiples viajes por el mundo conocido, creando un archivo de vivencias, costumbres, hechos y suposiciones que le hicieron valer el sobrenombre de «Padre de la Historia».

Recogiendo el testigo del genial griego, Tito Livio dotó a ese arte de una pátina de entretenimiento lúdico, sin perder el rigor de un profesional, que le ha permitido ser recordado como uno de los mejores en su género y fuente obligada para el buceo en el pasado desde su redescubrimiento en el renacimiento. Nació en Padua en el año 59 a.c, una época de fuertes tensiones sociales. Su mayor logro, y que le supuso un enorme esfuerzo personal, fue la obra «Ad Urbe Condita libri», -historia desde la fundación de Roma-, en 142 libros , que suponia una monumental historia de la ciudad de las siete colinas desde sus inicios hasta la muerte de Druso (9 a.c). De todos éstos, sólo han sobrevivido al abismo de siglos 35 de ellos, junto con los Epitomes o resúmenes de sus obras (de época bizantina), que han permitido alabar el estilo claro, conciso y apasionante de sus escritos y la búsqueda del máximo rigor histórico (con los medios de que disponía). Para ello destripó todas las obras de los mejores narradores de historias de la antiguedad (Polibio, Posidonio de Rodas, Antípatro, etc), buscando siempre la fuente más fiel o cercana a los hechos que narraba y insertanto comentarios críticos cuanto algo no le acababa de cuadrar.

Gracias a su curiosidad y empeño no se ha perdido en el tiempo tanta riqueza cultural y historiográfica. Nunca podremos estar en deuda del todo con gente como Livio, pues de no existir nuestro conocimiento del pasado sería fragmentario y incompleto, y sería una enorme pérdida.

Leerlo es una maravilla contínua. Os emplazo a ello.

~ por Mordaunt en octubre 5, 2008.

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